Mezzo secolo e un ricordo.
Abre la puerta, camina unos cuantos pasos, ahogado, como quién no quiere llegar y afrontar lo que está allí, esperando por él. Y no hay nada. Nadie espera por él. Coloca todo el peso de una vida en la mesa y se sienta. Medita. Uno, dos, tres minutos. Abre los ojos y sigue allí, como al principio, como siempre: solo. Una taza de café y el aroma inunda la habitación. Lo aspira y lo deleita, como se disfrutan los placeres efímeros de la vida. Una gota resbala por la taza y, como un pequeño torrente de tristeza se resbala, cual sus lágrimas, por su mentón. Tantas preguntas y solo una taza de café, incapaz de responder a dicha interpelación. La curiosidad lo inunda y hace que sucumba ante la adicción dañina de recordar momentos felices, cuando la nostalgia le corta, cual cuchillo, parte de su alma. Vivió como quien vive una aventura de verano, tras momentos de éxtasis absoluto, saboreando minuto tras minuto la vida que deseó, como si cada placer pudiera ser capaz d...