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Mostrando entradas de noviembre, 2023
Cuando era chiquita, solíamos pasar cada semana santa en el oriente del país: tres días en Rio Caribe, siempre de cara al mar, y tres días en Caripe, pegaditos a la montaña. Recuerdo haberme enamorado del mar desde pequeña y la memoria de esas semanas se mantienen en el podio de los recuerdos más felices de mi niñez.  No solo me gustaba pasar tiempo en los destinos, también me encantaba el viaje en carretera. A veces me desesperaba, si; pero una vez veía el mar en Paria, solo sentía calma y un deseo absurdo de poner mis pies en la arena tan pronto como fuese posible.  En esos viajes de carretera, ya habían ciertos rituales establecidos: a papá le gustaba empezar a manejar antes de las 5 de la mañana, con una coca-cola como acompañante. Yo solía dormirme hasta que el sol empezaba a colarse por las ventanas y esperaba paciente el momento en el que veía el criogénico de Jose. Aún recuerdo la primera vez que vi esas enormes montañas de coque y lo increíble -y gigante- que me parecía todo e