Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2020
No sé exactamente cuantos días han pasado, pero creo que setenta y siete. Y hoy, cuando empecé a contar, me arrolló una tristeza sin nombre. Suelo pensar que se debe al trabajo sin descanso, a la separación migratoria, a la pandemia, a ese nudo en el pecho que tiene tantas explicaciones que a veces simplemente se resbalan y me caen en las manos como lágrimas. Y me siento triste, porque las cosas están yendo bien y yo a veces solo quiero acurrucarme, dejar que el tiempo pase, abrazarme a la calma que ofrece el no pensar en nada, como si en realidad se pudiera.  Hoy me permití llorar un rato, drenar en pausas, pero solo eso: cinco minutos. Luego decidí que si iba a dejarme ganar por la ansiedad, al menos me comería un helado.
Hoy estás cansada y te das cuenta que no importa si recorres 25 kilómetros en bicicleta o descargas tu energía en el bosque: igual te despertarás en medio de la madrugada. El insomnio llega a ti, como llegan los recuerdos, las preocupaciones, el "¿y ahora qué?" que cambia a diario, que te lleva a mordisquear todos los ositos de gomita que deberían durarte más de una semana. Estás cansada, si; y tienes miedo, claro. Porque todo lo que viene asusta, y asusta mucho. Te balanceas entre el par de minutos en que te sientes chiquita, insuficiente ante las exigencias de un universo que lo quiere todo y lo quiere ahora; y el resto de las horas donde te sientes invencible, porque no tienes otra opción. Estoy orgullosa de ti, porque de alguna forma lo estás logrando y deberías bajar la vara. Cada segundo de ansiedad es un segundo sin calma y cuando se conoce el valor del tiempo, no puede desperdiciarse de esa forma. 
Ojalá apagar la mente fuese tan sencillo como chasquear los dedos o llorar cuando no se debe; pero no, a parte de complicado, pareciese ser imposible. Ni durmiendo, se calla. Al contrario: el ruido se hace más fuerte, pero canto bajito para contrarrestarlo. Canto bajito para que los otros no sean capaz de escucharlo y no se vayan corriendo, porque al final del día no importa cuanto intentes dar lo mejor de ti a otros. Todos se van. El ruido es muy fuerte ¿Quién querría quedarse?