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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Mezzo secolo e un ricordo.

Abre la puerta, camina unos cuantos pasos, ahogado, como quién no quiere llegar y afrontar lo que está allí, esperando por él. Y no hay nada. Nadie espera por él. Coloca todo el peso de una vida en la mesa y se sienta. Medita. Uno, dos, tres minutos. Abre los ojos y sigue allí, como al principio, como siempre: solo.  Una taza de café y el aroma inunda la habitación. Lo aspira y lo deleita, como se disfrutan los placeres efímeros de la vida. Una gota resbala por la taza y, como un pequeño torrente de tristeza se resbala, cual sus lágrimas, por su mentón. Tantas preguntas y solo una taza de café, incapaz de responder a dicha interpelación. La curiosidad lo inunda y hace que sucumba ante la adicción dañina de recordar momentos felices, cuando la nostalgia le corta, cual cuchillo, parte de su alma.  Vivió como quien vive una aventura de verano, tras momentos de éxtasis absoluto, saboreando minuto tras minuto la vida que deseó, como si cada placer pudiera ser capaz de llenar
Quizás, estoy perdiendo el tiempo en buscar una solución, sin tener el problema.

Retórica y dialéctica.

Un suplicio que comenzaba donde la alegría de aquél, su momentáneo estado de celos, rozaba con lo absurdo. Se tejió una mortaja y decidió enterrarse en vida, dándole una solución errada a un problema delimitado, con sus errores y justas tildes, sobre todo adjetivo descriptivo utilizado, como necesidad, en sus oraciones. La incógnita no estaba en la pregunta, sino en el desafío qué, alguien tan idealista, encontraba en la realidad. ¡Pero cuanta gallardía! Un simple cobarde más, entrelazado en otra mentira heroica.  Fuiste sondeado hasta lo más profundo de tu peroración , pero no convenciste a los presentes. Un cardenal más para la larga lista que hace eco en tu piel, sutil, parda, mestiza; yendo en contra de toda lógica, puesto que en ti, las palabras, cuestionan no solo tu conciencia; sino qué, además, esclavizan a tu piel.  ¿Para qué decidir vivir en un patíbulo? Sal de allí, olvida la vindicta fallida. ¿Recuerdas a Zenón de Citio? Retoma ese estoicismo del periodo helení

¿Para qué tantos besos? Si, al fin y al cabo, no sabes amar.

Un momento, para recordar que existes; sin ataduras. Dos recuerdos, sumados a una cuenta inagotable. Tres minutos, como aquél día, para volar; como si pudiera olvidarse. Cuatro tiempos, para tocar la melodía que tanto disfrutaste; cada compás, aprendiendo de tus silencios. Olvida la estructura y las formalidades para escribir tantos deseos inútiles; hazme caso. Déjate llevar. Cinco vidas, insuficientes para estas inmensas ganas de sonreír; contra todo y nada más. Seis caricias sin malicia, con conciencia del placer y lo inevitable de las palabras entre tanta hilaridad. Tú, vida; y yo, un aditivo más. Siete días, para amar lo que olvidaste ayer y lo que querrás mañana. Hoy ¡Sin tiempo! pero ama. Ocho, por si hacen falta 24 horas más, un suspiro; o, quizás, volar. Nueve espacios; cosmos y estrellas fugaces. Deseos, ilusiones, anhelos, esperanzas o nada; pero junto al viento mismo, sin limitaciones. Un diez desconocido, para que inventes todo cuanto crees imposib