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Mostrando entradas de julio, 2019

Dreaminess

Llega la mañana y me despido. Mientras duermes, beso tu frente y recuerdo todas las veces en que lo hice en un pasado. Recojo mi ropa y la amontono en un rincón de la cama, dando tiempo a que despiertes, aplazando lo inminente de vestirme y volver a la realidad que me espera al borde de la puerta. …Pero me rindo y vuelvo a abrazarte. Me adhiero a tus costillas, entrelazo mis piernas en las tuyas y escondo mi cara en el pequeño rincón entre tu cuello y tus hombros. Podría morir en ese instante y no me arrepentiría de entregar a ese momento mi último respiro. Borro ese beso con el que sellaba mi adiós y te robo uno en los labios. Quiero quedarme, aunque no deba. Veo la ropa reposando, esperando que la tome y salga por una puerta que ya está abierta y no lo logro. Me quedo. Me quedo allí, en ese cuarto que recorro una y otra vez, reconociendo cada objeto, la mancha chiquita en la pared cerca del closet, el olor de las sábanas que compartimos, el sonido de la cama que va al compás

Reflexiones

He comprendido que la felicidad no puedo guardarla pa’ más tarde, solo vivirla. Intento escribirla, describirla, poner en grafemas lo que me cala hasta los huesos pero no funciona: cuando lo intento, ya se hizo recuerdo; en su mejor momento, nostalgia. Lo estoy viviendo todo y lo agradezco: las prisas por crecer que ahora se convierten en pausas necesarias, las ganas de mantenerme despierta para no dejar de percibir mi entorno ni un segundo, segundas oportunidades a la orden del día, la adrenalina de saber que este mes es definitivo y lo que queda será parte de mis memorias. Lo vivo y me lo como a cucharadas grandes sin temor a que se acabe el plato, con la plena conciencia de que vendrán más (no necesariamente mejores). Ha dolido, pero ha sido mi año. La Betania de 15 años estaría orgullosa de la Betania de 22, o al menos eso quiero creer. Terminé la carrera que tanto quería terminar (incluso di el discurso de graduación), aún y cuando no tenía la certeza de poder hacerlo. Par

Sobremesa

La sobremesa se alarga y la conversación que llenaba el espacio se queda como un eco de fondo, detrás de mis pensamientos. Algunos se van, otros se quedan. Al final nos iremos todos, aunque hoy no sepamos a quien le toca apagar las luces. Los miro mientras hablan, repaso sus gestos una y otra vez para no olvidarlos. Ella se ríe mientras sostiene su mirada sobre las fotos de su última acampada y yo la miro como quien quiere conservar hasta el olor que impregna el aire. Ellos ríen, recordando los parciales que pasaron, las clases que recorrieron con gusto y con desidia, añorando un pasado cercano que ya pasó, porque así es la vida, un ir y venir sin saber a donde, sin tener un cuándo. Yo los miro. Si hablo, mi voz se quiebra, así que evado la realidad con un nuevo chiste malo, otra anécdota en conjunto, otro viaje en el tiempo hacia un momento donde la felicidad no era más que sabernos juntos, como ahora, aunque nos vayamos. Recuerdo y sonrío. Puedo llorar más tarde, cuando esté