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Mostrando entradas de marzo, 2013

Non Je ne regrette rien. (No me arrepiento de nada).

                                                                                        Montmartre, 3 de abril de 2013.      Apagué el último cigarrillo de una caja de Camel. Me harté de seguir aspirando el humo, en vez del cielo. Aquí me tienes, apoyada en el balcón de un pequeño apartamento en Montmartre ¿Recuerdas? el único lugar al que le pusiste un límite, un "no, es imposible"; y, sin embargo, hasta aquí llegué. Quizás, esté observando la misma esquina por donde Picasso algún día pasó. Créeme, puedes venir y dar un paseo por la Rue Veron y, sin tan siquiera pensarlo, estarás escuchando en el viento a Piaf, con su vida en rosa y sin arrepentimientos, como siempre cantó. Se que muy en el fondo, allá en aquél lugar donde quise hurgar y hacerlo mío, un pequeño rincón lejos del grito ahogado de una despedida; allá, donde no quisiste albergarme como tuya, sin apelativos. Allá, para tí, donde el viento canta y yo suspiro. Allá, en tu corazón, comprendes que este es mi l
Te daré mil razones para que vuelvas pronto; y si no son suficientes, nos mudamos de universo.

¿Vigilia o quimera?

     La parada de autobuses seguía igual. El mismo flujo nauseabundo de gases y desperdicios en el aire, la vía rota y los matices de un gris insoportable. Nada había cambiado, por lo menos no físicamente. Todos pasaban por la estación, con sus sueños a cuestas, unos cansados por el peso de la decepción sobre los hombros; otros, tan vivos, que intimidaban...Sólo era el lugar donde llegaban a parar los oportunistas, en busca de otra razón para escoger un destino y comprar el boleto. Presenciaba cientos de despedidas a diario; una tras otra, sin sentir el mas mínimo vacío, pues se había acostumbrado a estar sin existir, sin razonar...Solo estar. Había algo allí que ni la paz podía darte. Un estado distinto, homogéneo, indescifrable, capaz de empujarte hasta tus más profundos anhelos. Pero solo era una estación, una parada; metal oxidado y cientos de máquinas rugientes. Un concepto totalmente desvirtuado, un contexto deplorable; Y sin embargo, siempre eran libres de soñar.
Solo cuando la noche ya es eterna, sombría y desafiante, te extraño.

«No pasó nada», solo fue todo.

El avión se encuentra a 30.000 pies de altura; y yo aquí, queriendo traspasar las ventanillas y volar. Skármeta habló de ese limbo "entre un país real que no aceptan y un país fantasma que no los aceptaba a ellos". Un exilio injustificado, básicamente. En este caso, podría decirse que más que un exilio programado, detallista, incuestionable y negativo, fue un simple placer de una libertad altruista, porque si, porque me dio la gana. Estoy aquí, volviendo al "país" que no me hace falta, pero sin el que no puedo vivir. Pueblo, ciudad, cordilleras...Es lo mismo. Lo esencial es el cambio. Abrochen sus cinturones de seguridad ...Y coarten sus emociones. Nazcan, crezcan y vivan con decoro, sean robots, no mientan, no fallen... Hemos aterrizado, bienvenidos ...Y el cuento sigue siendo el mismo. Prefiero el vuelo, aunque en éstas máquinas de libre no posee ni un segundo; antes que decirme parte de una sociedad "libre", con cadenas de palabras y cárceles de