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Mostrando entradas de 2014
Espero, en retrospectiva, jamás verme siendo solo un parásito del otro, viviendo alimentada del fruto de un trabajo que nunca realicé, de unos bienes que jamás pertenecieron a mis arcas. En parte, espero tener la cantidad de vida suficiente para observar desde un puesto privilegiado las pequeñas y grandes acciones que cometí algún día en vida. Las sonrisas y los regazos en los que algún día me senté, las puestas de sol frente al Orinoco y las miles de horas de estudio que invertí para ser lo que siempre quise ser al final del día, lo que siempre prometí noche tras noche, escabullido entre las plegarias. Y cuando muera, que ni una sola parte de mi cuerpo no haya sido mía, que ni una sola gota de mi sangre corriese en vano por mis venas.
                                                                                                                                               "Acostumbraba suicidarse a diario con balas de salva"                                                                                                                       -Rigoberto Rodríguez Lucía llegó al mundo al borde de sus 18 años. Se escondió en los estropajos que usaron para limpiar toda la sangre y fluidos dejados sobre su piel, la cama y las baldosas del piso, en ese acto de dar luz a lo que no quiere ser alumbrado. Durante días, nadie notó su ausencia. Se hizo experta en dormitar sobre la ropa sucia, los paños de cocina y las plantas que adornaban el jardín que nunca quiso. Dentro de un cálido vientre, 18 años pasaron volando. No sintió miedo ni frío, no tuvo problemas. Fue pequeña y gigante a conveniencia, capaz de pedir sin preguntar, de hablar sin formular palabras y de comunicarse como los bárbaros, a grito

Once veces aquél veintiuno.

Se  sueltan de sus manos los regalos, las migas de torta de arequipe fuerte, los trozos  de teipe ajenos a su piel, desprendidos de los suntuosos envoltorios donde se arropaban lo esperado por la niña. Sonríe porque ama y se desvive cuando puede, es decir, todos los segundos que se suman hasta que en unión crean un once. Once veces doce, entre semanas de mínimo común múltiplo y adiciones, primeros amores del segundo piso, notitas que se escapan de sus dedos chiquititos y salen a volar cuando suena el timbre del recreo. Se refugia en su piñata, sus colores. Hace la cama solo en sueños, camina sin mirar a los lados, pues siempre va tomada de la mano y los pequeños automóviles –grandes para ella- no son parte de su preocupación, por cierto, inexistente. Papá le dijo que estaría, pero no estuvo ni aunque le llamara. Papá dijo muchas cosas. Habló de la luna y sus metáforas –que ya no le causan angustia, ya que está lejos y nadie llega a menos que sea quedándose dormida e

Índigo.

A diario pensaba en ti. ...Que estás diciendo, a quién le estás hablando, ¿Le sonreíste por primera vez? Si te enamoraste o solo es pasajero, si son tus besos aquellos que saben a sol. ¿Me habrás notado? Te vi pasar tantas veces frente a mi, incapaz de hacer algo más que dedicarte un saludo distante. Me hundía en preguntas que arañaban mi corteza y me dejaban vulnerable, nunca más invisible. Fui pequeña y sensible, siempre evitando la arena del mar, los abrazos efusivos, contactos innecesarios. Contigo, sin embargo, quise siempre todo: las caricias, los deseos permitidos y negados, la playa de un abril bajo la bóveda nocturna. Te quise a ti, mientras te unías a ella y todas mis confesiones se redujeron a un "no cambiaré contigo" de tu parte...Pero jamás volví a tenerte cerca, ni a disfrutar de tus sonrisas espontáneas frente a mi. Me he quedado con un cuerpo que no recuerdo como mío, mucho más esbelto y sin marcas del pasado sol sobre mi piel. Aún así, en el espejo,

Verano.

Las clases de física no traen de vuelta las olas.  No existe fórmula capaz de limitar el espacio a un rincón finito, bordado con pequeños granitos de esa materia oscura, perfecta para la construcción y el recuerdo, por tradición, de aquellos castillos feudales. Cierro los ojos, lo confieso. Me imagino desnuda, flotando cerca de algún peñero  y confundo los conceptos. Libertad o libertinaje, ¿Del alma o del cuerpo? –Solo agua, sin consciencia- me digo. Han pasado las horas. Las cuatro menos cuarto y es imposible seguir luchando contra el tedio. Se desdibujan las palmeras que pinté hace una hora, las gaviotas y los pájaros de celofán no fueron mucho más que un origami. Las olas no se sienten ya en mi espalda, no hay placer para llevar,  mucho menos senos –no precisamente la función- respirando, piel comprometida; ahora, hay que esconderlos, coartarse, seguir pensando en axiomas, demostrando posibles teoremas. ¿Así viven los que piensan ? Yo prefiero, entonces, no pensar. 

5:40 am.

Dos palmadas sobre mi muslo izquierdo, mientras el derecho permanecía oculto entre las sábanas. Siempre el mismo muslo, todos los días. Lo miraba, sobresaltada, como si se tratara de la primera vez que sucedía; aunque, desde que aprendí a comunicarme, le pedía que por favor me despertara con mayor delicadeza. Nunca me escuchó, disfrutaba de mis arranques infantiles a toda hora. Caminaba desde el cuarto a la cocina, siempre con la misma compañía: mi cobija. -Aún tiene nombre y la busco en las noches, aunque carezca de frío-. Me paraba frente a él con los ojos cubiertos de lagañas, la pijama raída de siempre y los brazos levantados hacia su cuello. Él, cual rutina, tomaba el último trago de café. Nunca lo veía tomarlo, solo lo escuchaba: el líquido pasando por su garganta y el ruido sordo que hacía la taza al chocar con el granito del mesón. Mientras continuaba con su ritual, yo seguía demasiado ocupada pensando en las palmadas y el cansancio, la tarea que no terminé el día anteri
Recorrí en mi mente la idea de negarme a su propuesta. Un café, dijo, mientras yo pensaba en las otras tantas tazas desfilando frente a mi, en pasadas ocasiones. Siempre frías, siempre ausencia... ...Y sin darle muchas vueltas, me encontré atravesando la av. Viamonte, pensando en la dicha del olvido voluntario, el abandono necesario y el adiós que debí dar. -Acepto, admití en una nota. Acepto probar otra taza, mentir en el recodo del café, unirme a la no rutina de sus pasos, hacerme vida entre sus manos, eco del ciclo que no quiero, de esas minas tontas que vivían en su cama gimiendo de pura admiración, de los tontos libros escupidos al azar, los ensayos, la cátedra; pero nunca de placer. -No espero, sin embargo, que aprendas el "toque" ni cambies los modos, tampoco espero aquél balcón que soñaba con pisar y tocar el cielo cuando, en un arrebato, quisieras tenerme. No quiero de ti un encanto de promesas, un nido de títulos, nada de sistemas. No quiero un  « hacert
Recogió los cigarros del piso. La escena era lo suficientemente barata, hipócrita, el típico acto de desnudarse y ser objeto, ser carne, ser de otro, como para dejar los cigarros en su estado de reposo, sobre el frío suelo. Otro cliché, cuanta basura. Solo...recogió los cigarros del piso y siguió  «esperando al indicado». 
Solían haber hormigas habitando los rincones; y como toda hache , fueron mudas en el tiempo.

Seis días después del 33.

                                                                                                                                              11/05/14. Nunca había abierto un paraguas. Vivía encerrado en días de lluvia, refugiado entre sábanas de algodón, hasta que decidió resbalarse en el asfalto y caer inconsciente sobre la fría acera, a sabiendas de la incompatibilidad de las personas con los desplomes voluntarios -como suelen creerse- ajenos a su libre paso, su caminar inconsciente. Esperaba ayudarlo, seguirlo con la vista, pero me detuve. Siempre existe ese miedo a existir cuando no existes, como si cualquier acto de humanidad podría arrebatarte el poco control que tienes justo antes de romper a llorar.  No me hizo falta mirar un rato más, para saber que sentía el mismo vacío que tenemos todos aquellos que pensamos en ese rechazo infinito del mundo por el cuerpo, los tropezones, las miradas en la calle.  Mirarles a los ojos es retarlos a un duelo finito, una actitud

Tres y treintaytres.

                                                                                                                                           33/05/2014. Esta mañana, al mirarme en el espejo, te reconocí en mi mirada. No me respondiste si aceptabas mi proyecto del 32, el no calendario, la vida distinta; pero no importa, hoy es ese día que tanto odio y simplemente quise cambiarlo. Recogeré firmas para ver si alguien se anota a mi causa y mandan al carajo el calendario gregoriano que tanto daña mis días. En fin.... Estoy molesta, no sé. Ayer vi una iglesia vacía, con cientos de puestos copados, pero no por ti. Mi iglesia, la que percibía, era fácilmente una habitación vacía, me imagino que para otros, era un lugar a tope. Escuchaba el sermón pero me entretenía mirando los vitrales. Luego de escuchar tu nombre, olvidé que necesitaba seguir prestando atención. ¿Ves? causas ese efecto de desconcentración total, ausencia del mundo. Desde que te fuiste, he pensado que mientras más ajena d

Dos.

                                                                                                                                                02/05/14 4 años son 48 meses perdidos, cuando no se aprovechan. ¿Por qué nos separamos? Habríamos hecho que cada día valiera la pena, aún si había alguno para la cuenta de los tantos sin vernos. La distancia me está haciendo daño. No sé que consecuencias o posibles alegrías pudo traerte a ti, pues jamás has querido contarme. No me queda más que jugar con la más brillante idea que se me ha ocurrido, para lidiar con el día a día: perdiste mi número, no sabes que me mudé sin domicilio fijo, pensaste que no te he escrito, pues nada llega a tus manos; así que pensé en seguir contándote un poco, día a día, esperando a que algún amigo en común responda a mi súplica de ir a buscarte y entregarte estas notas... Hoy fue un domingo, cuando los domingos aún eran domingos y seguía escribiendo la fecha en los cuadernos. Básicamente perdía mi tiempo

treintaydos.

                                                                                                                                       32/05/2014. No sé como enviar una carta por correo tradicional. La tecnología me hizo un poco más ignorante en éste tópico, supongo. Igual, para consolarme, recuerdo que no tengo dirección alguna que te pertenezca. El primero de mayo me parece un día de flojos, no es de mi simpatía. De por si, todo comienzo es incertidumbre y esta, en específico, nunca me agradó. Siempre tuve ese proyecto absurdo de crear un treintaydos y olvidar un primero. Te lo he planteado en incontables ocasiones, pero nunca me haces caso. De hecho, hace un tiempo que dejaste de responder mis crónicas, aquel torrencial de tonterías; así que prefiero pensar que secundas mi empresa y me ayudarás, en cierta forma, a ponerla en marcha. Comenzaré por escribirlo en el borde superior de la carta, ese en el que antes se acostumbraba a colocar la fecha antes de comenzar con un "

Hechos del pasado, impresiones de presente.

                                                                                                                                      04/04/2014. Encuentro sencillo abrir un diccionario o buscar en la red el significado de tantas palabras desconocidas para nosotros. Con solo observar un par de líneas, recurrir a ciertos textos y mantener intacta la convicción de estar “en el lado correcto de la historia”, nos creemos eruditos del tema, defensores inamovibles de una causa inespecífica, revolucionarios –a veces- sin revolución. Ese, en el mejor de los casos, es un error común que, en esta era de la tecnología y el análisis de casi todo lo que nos rodea, cometemos a diario. Peor es el caso cuando no existe ese ansia de conocimiento breve, inmediato; y la conciencia se ve reducida a un mínimo receptor de consignas, panfletos, “información” repetitiva, cero crítica y programas de alto contenido adoctrinante. Es en este caso –por ejemplo- donde se vuelve “presunto” solo lo que n

"Porque con balas, no se construye un futuro"

                                                                                                       Mi pancarta rezaba tal cual el título. Justo ahora, mi mente es un colapso. Para empezar, creo que estaría bien la frase con la que se comienza en toda asamblea estudiantil: Maria Betania, 17 años, estudiante de la Universidad Simón Bolívar. Si, esa soy yo; pero podrías ser tú, o cualquiera. Soy estudiante hasta que el reloj marca las 12:45pm y paso a ser una trabajadora más en el campo educativo. Partidaria del esfuerzo como método para construir un país y no de las regalías, que nada solucionan. Usuaria del transporte interno de la universidad y del Metro de Caracas para llegar, todos los días, a mi trabajo. Peatona, la mayor parte del tiempo y por sobre todo: VENEZOLANA. Antes de continuar, quisiera dejar en claro algo fundamental: Nadie me está pagando por escribir este mensaje y nadie lo ha hecho en las últimas dos semanas cuando, día a día y junto a

¿QUIÉNES SOMOS?

Después de todos los breves párrafos que día tras día -desde hace más de un año- he dedicado a mi país, Venezuela, siempre pensé que el próximo sería uno lleno de júbilo y no de tristeza. Tras todos ellos, no he logrado cumplir mi meta: estas líneas, las escribo desde el luto, no desde la dicha.  Hoy, 14 de febrero de 2014, un gran porcentaje del país piensa que  «aquí no pasa nada »  y mientras les escribo esto, la Guardia Nacional Bolivariana reprime a estudiantes con ballenas y antimotines (autopista Francisco Fajardo a la altura del distribuidor Altamira), justo como jamás lo han hecho con un delincuente. El colmo, estimado lector, es el siguiente: mientras el futuro del país está siendo pisoteado por la bota de un militar, el jefe de Estado hace una rueda de prensa acerca del "lanzamiento de plan de paz y convivencia". Demás medios, callan.  Se siente un vacío en el pecho al pronunciar la frase que nadie quiere escuchar:   Estamos solos.   La libertad de exp
Contar los puntos de la obra de Seurat me sumía en una depresión infinita. ¿Infinita? Inmune a todo cambio, abstracta, dolorosa. Que se yo, de esos momentos donde el viento está latiendo tras tus hombros y a ti qué; que el mundo espere y se detenga cuando quiera, que no te importa nada. Que va. Que Seurat no importa, hombre. Jamás contaste cada punto de sus lienzos. ¿Cómo mezclaba la ciencia con sentidos? El color daba emoción, lo mismo que a un matemático resolviendo los problemas de Hilbert. Él era todo: la óptica y el arte. Heurística. Armonía y color... ...Igual da, París se desdibuja ante tus ojos. Ni Seurat ni Pissarro. En cambio, puntos sin sentido ni armonía. Sólo puntos.