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Mostrando entradas de junio, 2016

-casi- día 8.

Así, incapaz y todo, desequilibrada al 10% -si, le estoy quitando un cero-; me gusta imaginar que caminar de tu mano es verdaderamente posible, que puedo parar de soñar. Y siento miedo, claro. Un pánico que me hiela los huesos y me deja varada en un absurdo -y constante- pensamiento de inferioridad. No te das cuenta, pero a veces detienes mi voz con solo mirarme y, tratando de retomar el hilo, logro el efecto contrario: lo termino de perder. Me quedaré con la idea y el recuerdo instantáneo de tu voz diciéndome "luna", para sobrevivir a una noche más de integrales complejas. Cambio.

Día 2.

Mi estupidez y mi pesimismo intentan convivir en una disyuntiva constante: la primera siempre quiere creer que todo es posible, mientras el segundo la trae de golpe a la realidad. Así, me refugio en su abrazo. Me abrazo a él y a la idea de tenerlo una vez más, olvidando todas las conversaciones que nos llevaron a este punto de inflexión. Respiro y recuerdo aquella canción: luna, no me abandones más. ...Aunque esta noche, como la anterior, no podré volver a tus cráteres, nuestra burbuja.

"No puedo"

«Con tus idas y caídas. Con mis quédate » Propongo una pausa en esta pelea de locos, de niños que se abrazan y luego se arrebatan su juguete favorito; de ti, de tus labios que busco con desesperación, del brillo absurdo de tus ojos cuando me miras con reproche, como queriendo más y sin quererlo todo, siempre al mismo tiempo. Pero no me escuchaste. Tus oídos son sordos a mis peticiones, a mis súplicas sin sentido. Tantas veces me dije "esta es la última" y tantas otras seguí tomando tu mano. Quiero que te quedes, que esa última carta no sea la última. Escribiré sobre ti, hablaré de tus besos cada vez que me plazca. Dormiré cada noche entre tus brazos aunque tú no lo sepas. Así de cursi, de imbécil, sin que me lo puedas prohibir. Te traeré a mi mente cuantas veces me de la gana, allá tú. No me importa.
Te vi; rompiste cada uno de mis huesos -sin tocarme-. Me hiciste polvo por momentos. Eco de ti, de las caricias que creí certezas, las tantas mentiras que consumí como verdades. No fuimos nada, lo tuvimos todo. Ahora, seré la de la buhardilla, la que tuvo en si todos los sueños del mundo, el intervalo entre lo que quise ser y lo que los demás me hicieron(...); bien lo dijo Pessoa.
Siempre sobreviviendo a la última explosión, la definitiva, el "hasta aquí llegué" que se repite a diario, porque siempre hay un nuevo límite, en expansión horizontal. Siempre. Procrastinando, perdiendo el tiempo en invertirlo, persiguiendo pasiones insostenibles, no mercantilistas. Sin un bolívar en el bolsillo, corriendo tras la meta más alta. Siempre; pero ellas van en ascensor y yo me aferro con las uñas a unas escaleras que se desplazan. Me prohibí besar con los ojos abiertos, aunque doliera mantenerlos cerrados cuando la contraparte juega con sus labios mientras mira el mundo que hay afuera. Siempre en silencio, aunque se esté gritando desde la misma ladera. Aferrada a todo lo que siempre quise cambiar, porque por temor a incomodar me convertí en un tercero bajo mi propia vista. Primera persona, subrayado y en negrita. Primera persona,  siempre mía. Recolectora de errores, enamorada de conceptos ambiguos, fan empedernida de las películas que terminan por hacerme