Entradas

Mostrando entradas de 2017
Han pasado 11 semanas desde que la realidad se convirtió nuevamente en mi sistema, el que respiro a diario cada vez que amanece y me veo obligada a abrir los ojos. Todo es rutina, hasta los "pequeños escapes". Un ciclo de saludos y despedidas, de besos robados entre pisos, vidas alimentadas por nostalgias y la eterna sensación de haber querido todo sobre unas manos que no tenían nada. Mis manos, claro. Me siento el Quentin de Faulkner, sin la prosa exquisita que narraba sus tormentos, con el peso de unos sueños que no eran los suyos, persiguiendo realidades que no eran su alimento. El sin sentido de la vida misma y sus tretas para ganarse tu confianza y mantenerte entre sus brazos, cuando ella es Saturno y tú no eres más que uno de sus hijos.
Me cuesta tanto acoplarme a la cama, a sus matices de almohada caliente y sábanas frías. Siempre doy vueltas a un compás que ya me aburre y termina por cansarme hasta el punto en que la cama es horizonte y yo no soy más que otro atardecer; hasta que conocí lo que era dormir en tus brazos, con el calor de tu cuerpo sobre mi, sin almohadas que voltear hasta conseguir la temperatura correcta. Un cielo sobre el cual posarse, acariciando tu cabello que reposa sobre mi pecho mientras espero el momento indicado para poder besarte sin perturbar tu sueño.

Día 3

Sigo aferrada a la idea de perderme, de alejarme de toda sensación. No me importa conservar las positivas, de igual manera queman. Me vuelvo coraza y me aislo del mundo. Rompo los recuerdos tangibles y se graban en mi aquellos que no lo fueron, como tantas caminatas frente a un mar que ya no logro reconocer, uno que no quisiera visitar de nuevo, porque tantos miedos se materializarían. Me despido de mi, al menos de lo que era, cuando sonreía con el viento de frente a mi cara y me preocupaba que irritara mis ojos. Hoy se encuentran secos, la brisa los ha apagado. 
Tengo tu sonrisa clavada en mis labios. La misma que pinta tu rostro mientras duermes y hace creer que en realidad permaneces despierto, pero te conozco lo suficiente para saber que morfeo sigue jugando contigo. La recuerdo y me derrito, me hago chiquita. Me asusto. Es perfecta. Un mar en calma que me invita a nadar y perderme en cualquiera de sus posibles tormentas, sin temor a convertirme en olas o en sueño, siempre y cuando pueda sentirla mía.

Día 2

Se siente como un día, aunque ha pasado una semana. Hoy no quiero escribir. Tengo una semana sin querer hacerlo, por eso este es mi día 2. Sabes que estás jodida cuando el pilar al que te aferras es la filosofía que mueve a todas las organizaciones de alcohólicos anónimos: un día a la vez. Y si, así es posible sobrevivir, pero ¿Hay algo más que te mueva, más allá de simplemente ocupar un lugar en el espacio? Mi principal preocupación es repetirme a diario, siempre en mi mente, que soy suficiente. Soy la única que puede creérselo ¿No? pero no es fácil. Nada es fácil. Me arropo en la idea de que todo es momentáneo, que esto también va a pasar e intento bloquear mis pensamientos, pero no funciona. No siempre. En fin, este es solo un recordatorio personal. Siempre habrá alguien que destruya lo poquito que lograste construir en el día con un simple comentario y lo más probable es que esa persona no comprenda lo que hizo, porque es así; no se suele comprender lo que no se conoce

Día 1

Hoy fui a terapia. No era así como quería empezar esta nota, pero no se me ocurrió ningún recurso literario al cual apelar. Hoy no hay licencias que me permitan esconderme, un alter ego que escriba por mi lo que quise decir cuando no era capaz de hacerlo detrás de mi propia cara. Hoy soy yo, admitiendo que los problemas no se solucionan bajo una cobija mágica, la misma que me acogió desde que tengo poco menos de cinco años y que aún ahora es mi placebo favorito, la mentira que me encanta interpretar. Escribe , me pidió. Al parecer te ha funcionado antes  y la verdad es que si. Hace seis años escribí una carta que terminó siendo mi mayor desastre: la Betania que tanto tiempo había sobrevivido detrás de una coraza, se quebró por completo luego de escribirla. Pensé, en ese momento, que me había equivocado ¿Por qué mostrarse? ¿Por qué ser transparente frente a un mundo que se apropia de tus miedos y los inyecta en tu conciencia, como un recordatorio de tus limitaciones? Yo no quer

Asterión

Navego sobre lo imposible ahora árbol moviendo mis ramas hacia el cenit, ahogándome en la lluvia que inunda mis linderos llenándome de formas floridas barro tu cuerpo bajo mi sombra, siempre con rumores de muerte. Me convertiste en la carga puntual astro sin órbita planeta que no es planeta. Me odio, arranco mis ojos con mis ramas. No creo en el destino ni en la roca. Sísifo no fue feliz, no puedo imaginarlo. Crezcan flores en mis cuencas vacías enredaderas curvan en mi vientre. Hoy mis palmas yacen bajo la roca Asterión ya me ha encontrado. 
Hoy despedí un pedacito de mi. No puedo decir lo grande que es, porque es relativo...Pero, cuando lo arrancaron de mi, se sintió como un universo completo. No sé despedirme, no termino de aprender. Doy un abrazo y empeño mi alma hasta la próxima vez (Dios sabe cuando) que pueda verle de nuevo. Toda mi vida, entonces, se basa en una espera eterna con múltiples destinatarios. He visto partir a amigos que son familia, a amigos que son hermanos, amigos que soy yo misma. Me despido de ellos y de mi, de la parte de ellos que se queda conmigo mientras yo me hago chiquita y me transformo en una nota fugaz dentro de una maleta. A veces lloro y otras veces me convierto en lágrima. Me fundo con ellos y digo "adiós" como quien se despide de alguien que verá mañana. Sonrío, hago chistes malos, escondo mi tristeza detrás de un optimismo desaforado, un llamado a la calma que no siento, a las tantas noches de insomnio bajo una caracas que nos sirvió de cielo y nos creó un infierno de

A ti, que me regalaste todo

Me encontré en tus calles antes del amanecer, con el sol apenas acariciando el borde de tus cimas, como abrazándolas con un buenos días en los labios. Si, definitivamente eran buenos. Me escapaba de sus brazos para entrar en los tuyos. Me recibiste en incontables ocasiones, siempre con la disposición de una madre, arrullándome con el leve eco de los pájaros que se atreven a adentrarse en ti, en tus otros tantos ecos no tan amigables. Así me viste crecer y yo te vi quedar más y más pequeña ¿Sabes? Como esa sensación de la infancia, donde todo es más grande, mucho más magnífico de lo que realmente es…Y un día creces de golpe y resulta que aquella selva no era mucho más que un patio con un par de árboles chiquititos que ofrecía sombra al león que resultó ser tan solo un gato. Así me pasó contigo: te hiciste pequeña, pero jamás perdiste tu magia. Mamá me ha pedido que no me junte tanto contigo. Me dice, entre conversaciones aleatorias, que es peligroso aferrarse a ti; tranquila, mamá.
El pánico me convierte en raíz y me acerca a ser el árbol que tanto temo.
Cinco birras más tarde, no distinguíamos si aquella valla frente al universitario era - o no - el icónico ovalo de la Savoy; pero éramos, eso si, capaces de encontrarnos entre historias improvisadas, recuerdos de poco más de quince años, frescos, como si se tratase de hace un par de semanas. Capaces de cantar sin pena, de abrazarnos en grupo, de ser los adolescentes que no fuimos, de jugar a los adultos que podríamos llegar a ser.  Fuimos las sonrisas que nos dibujábamos en el rostro, las melodías improvisadas que se escapaban de los trastes de un ukulele sin nombre. Fuimos karaoke del bachillerato, colisiones de estrellas que se apagan para dar vida a nuevas estelas, sin órbitas, polvo que regresa al polvo y se rehace en un mismo espacio, el mismo que comparten nuestros pies que bailan y hablan entre si, de las calles que han recorrido y las que están por recorrer, las que se quedaran vacías de nosotros que estamos, pero no estaremos luego; que cantamos con las cuerdas vocales inu
Tenía 19 años cuando descubrí, de tu mano, aquella quinta que se dibujó a sí misma como un cuadro del siglo pasado, coronada con un árbol de tapara que dejaba caer sus frutos sobre una fuente que terminó por abrazarle. Recuerdo tu foto. Mirabas hacia esa fuente y yo capturé tu espalda. No importa cuántas veces insistiera, jamás pude guardar tu sonrisa en una imagen. Conmigo, jamás quisiste una foto. Me tocó conformarme con tus hombros, tu cuello erguido hacia un horizonte que se escapaba de mis ojos. Debo admitir que aún la observo. El papel se ha corroído en las esquinas, pero aún puedo mirarte. Sé que sonreías aunque no me observaras. Sé que colgabas tus sueños frente a una estructura que dejaba correr sus aguas; como tú, cuando dejabas que el mundo siguiera de largo y te aferrabas a ti, en tu silencio, en tus ganas de ignorarme por el placer de hacerme molestar, de las ganas absurdas que sentía de besarte, las mismas que calmabas en otros labios que no eran los míos. No fu

Alicia

En otro momento, habría escrito bajo el seudónimo que acunó tantas veces mis conflictos existenciales. Habría tomado mis problemas y los habría volcado en un personaje ficticio que se acoplara a mis vacíos y me diera la oportunidad de hablar sin disculparme, de gritar mis sentimientos sin la presión de sentirme atrapada en las circunstancias que rodeaban lo que era, lo que quería llegar a ser. Alicia, firmaba. Me sentía ella o ella se sentía yo, pero siempre éramos una. Una que gritaba, lloraba y se escondía en las pequeñas grietas que la otra dejaba entrever a sabiendas de servirle de escondite. Si ella venía a mi, la dejaba entrar. Si me acercaba, ya la puerta estaba abierta. Hoy Alicia no está. No quise acercarme a su presencia. Reuní mis pedazos y decidí encontrarme conmigo y mis múltiples fracturas, a ver si por fin toleraba mis desastres, las múltiples causas perdidas que sellaron en mi esta absurda decepción, esta bocanada de desesperanza que he aprendido a tolerar a los coñaz
Espero, al menos, que el silencio complete mis espacios (que son muchos) y me quite esta sensación de vacío, de una casi persona que deja colar todos sus miedos a través de los poros y se refugia en la idea absurda de no aferrarse a nada, de un ésta vez si, ésta vez si lo logro, que termina agrupada entre las otras tantas decepciones que crean aquellos espacios. Ojalá el silencio si los llene. Ojalá.
Me gusta tu mirada de silencio. Te quiero y todo se abalanza sobre mi, pero tu calma se mantiene y yo no quiero molestarte . 
Recordé que escribía para no quedarme dentro de mis cuatro paredes mentales, caminando entre las esquinas, esperando a que el entorno de paredes blancas se disipase; pero me quedé adentro, el miedo superó mis expectativas. No pude encontrar la puerta durante un par de meses y, ahora que la encontré, no quise salir. Otra vez el miedo. Otra vez la sensación de estar dentro de una caja desordenada, donde al primer movimiento de la tapa, se salen todas las piezas.