Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2012

De memorias ajenas, para seguir.

Hace cuatro meses, creía que podías regresar, que tu "adiós" era producto de un mal momento guiado por la cólera y esperé como quien no espera nada, haciéndome de la vista gorda a tus evidentes despedidas, manteniendo mis esperanzas sobre un sentimiento que estaba allí, a la vista de todos. Me llamaba Paula, pero luego de perderte, quise olvidar hasta mi nombre, para no tener que recordar tu voz al enunciarlo...Paula, mi amor, mi princesa, mi cielo...Paula, mi vida, mis ganas de besarte...Paula, te amo, cásate conmigo...Paula, quédate.  Ahora estás aquí, escribiendo junto a mi tantos recuerdos. Me estoy torturando o simplemente mantengo a salvo la memoria, no se diferirlo, no ahora. Recorro tu piel como lo hice miles de veces antes, sin percatarme que realmente no estás allí, que imagino todo y estás tan lejos como antes, cuando te fuiste. Un beso en el cine, una caricia entre las cálidas olas del atlántico, esas que ahora, gracias a los recuerdos, se desfiguraron y me co
Sentarme en tus piernas, una vez más, mientras suspiro y me aferro a ti, guardando todos los aromas que aún mantengo de mi infancia, como tu perfume; sin dejar de lado aquellos sonidos, como el de las llaves contra la puerta, aquellos pasos contra el polvo y tu respiración agitada, luego de cargarme y dejarme en un lugar seguro, como lo hiciste durante 11 años, cuando niña. Tus piernas se hacen tan frágiles y me desplomo en el piso, como un peso viejo e inutilizable, sin motivación alguna para seguir. No importa, comprendo ciertas imposibilidades, como esta, donde solo eres alcanzable a través de fotos viejas.
Todo se te vuelve un suspiro, cuando de vivir se trata. Y no, no me refiero a las personas que ni siquiera se dan cuenta que están allí, respirando, como aquellas que simplemente gozan de una interminable sonrisa, sin intervalos, sin un alto. Luego, un respiro que puede significarlo todo, pues ¿Quien puede decir que no es el último? Es imposible conocer la respuesta a una pregunta tan compleja y tan sencilla a la vez. Ahora, después de suspirar tres veces y seguir contando, puedo decir que estoy viviendo, un segundo más, justo aquí, sin pensar en lo prolongado, más si en lo disparatado, de vivir.

Conformidades.

Se llamaba Lorena, un nombre tan común como su fisionomía. Castaño, su cabello, haciendo juego con dos ojos oscuros y hermosos, aunque tan poco profundos como sus pensamientos. Él, por otra parte, un hombre incapaz de proponerse metas concisas, recogiendo lo que pudiera ser desechado por otros, cazando siempre un corazón incauto y sin mayores aspiraciones que la de un físico atrapador. ¿Para qué hablar del destino? Sus ganas de pertenecer a alguien eran mayores que el hecho de como conseguirle. Así va toda la historia, un cuento corto y sin más sentido que el descaro.

Entrepueblos, tu sueño.

Hay momentos qué, aunque sean cortos, dejan una huella imborrable, como esa estela que dejaste aquí, con tu paso. Nos acompañaste como pudiste, ayudando a quien necesitara tu ayuda, siempre con esa sonrisa incapaz de borrarse cuando alguien, justo allí, la necesitaba. La semana pasada, estuve contigo. Aparecimos allí, en tu casa, como muchos fines de semana atrás, desde que volviste a donde comenzaste a vivir tu sueño: Caracas. Me senté a tu lado, a hablar sobre nada, con un reproche entre los labios por todas esas oportunidades para vernos y siempre un "pero..." de por medio. Recuerdo muy bien que te reíste de mi, cuando comencé con el clásico "Tío, estoy molesta..." y luego, olvidé hasta el hilo de la conversación, porque me perdí en tu felicidad y simplemente observamos, como tanto me dijiste que te gustaba, tu lampara de lava. Te pedí trabajo mil y un veces, de toda manera posible y me lo negaste, pero me dijiste que apreciabas mi intento por hacerlo...¡Fue

De caída.

Pasar la mañana entre recuerdos y aún así dar gracias, porque existen esos retazos de nostalgia para continuar con un camino bifurcado y tan extenso como lo es la vida misma. Paso entre ti y tus añoranzas, tu manera de ver el mundo; así, tan fatalista. Ahora estoy aquí, solo para darme cuenta de esta utopía. Tu fatalismo ahora forma parte de estas, mis líneas. ¡No temas! Ya no existen los reproches, pues aquí, desde mi muerte, veo el tiempo correr despacio, como nunca antes, cuando la respiración aún hacía eco en mi pecho y el corazón intentaba latir con un esfuerzo infinito qué, guiado por la fatiga, cedió. Nada más, quisiera que comprendieras la diferencia de un cariño regalado e inoportuno, a bajo costo de sinceridad, simplemente cargado de deseos y caricias, casi fortuito, y la indiferencia de quien un día te amo con una paciencia irrevocable, sublime y arrebatada de locura, de sonrisas, ganas de subirte al cielo y mirarte infinitamente, para perderse en lo profundo de tu alma y