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Mostrando entradas de enero, 2013

Antagonía del arte.

No era más que una copia fiel y exacta de un minuto en silencio, sin respiraciones agitadas alterando el curso natural del tiempo. Incapaz de jugar con el destino, se aferró a la certeza única de sentir como sus pulmones recibían el aire qué, mecánicamente, aspiraba. Se cansó de amar, en carne, a cualquier otra persona que pudiera intentar perturbar el estado neutral en que se encontraba.Aunque, siendo incapaz de amar lo intangible, lo etéreo, se aferró a un estado catatónico, negándose a caer en el estado de enamoramiento recurrente que padecen los "humanos". Quizás, pensaba, huir del mundo me hace solo una cobarde, adicta a la soledad. Incapaz de lastimarse a sí misma, hacerle daño a alguien más estaba fuera de sus posibilidades. Y así vivió, simplemente existiendo. Ocupando un lugar en el espacio, porque así lo dictan las leyes físicas, sin ninguna otra razón para decir qué, aunque faltó en su mayoría, fue capaz de dejar una marca. Nadie pudo tan siquiera reco

Déjà vu.

Vemos hacia la pizarra y nos encontramos con un nuevo y desconocido mar de posibilidades. Buscar en el diccionario las siguientes palabras... Y así, entre actividades, vamos creciendo, formando palabras, ordenando operaciones. Aunque creamos haber terminado de comprender lo básico, siempre hay una frase que se escapa a nuestra comprensión. Decir lo contrario, sería mentir indiscriminadamente, sin escrúpulos. Escribía en las páginas finales de los cuadernos para matar el tedio de una voz totalitaria y dulce al mismo tiempo, dictando palabras para formar oraciones con sentido completo. No era complicado armar oraciones con la palabra amar. Nunca lo fue... No me preguntes por qué, pero recordé esos momentos de una etapa qué, como todas, no vuelve. El olor a marcador sobre la pizarra, el sonido del roce de los pupitres en el piso y los trazos imprecisos sobre el papel. Caracas, 8 de Enero de 2001... Ahora, es diferente pensar en las palabras. Ya no puedo simplemente utilizarla

Ya basta de racionalización.

Miro a mi alrededor y las mismas caras tristes hacen eco en el vacío. Respiro y guardo ese pequeño soplo de vida en mis pulmones, intentando mantenerlo como si de hacerlo eterno se tratara. Qué tonta. Nada es eterno. Aún puedo ver sus ojos perdidos, descansando de todos los bellos paisajes admirados, los momentos de tristeza y la sonrisa de aquellos, sus amigos. Ya no están, por lo menos no aquí, en esta ladera. Pertenecen al viento y no queda más que afrontarlo, porque así sucede y, nosotros, los pequeños puntos somos incapaces de modificar un orden mayor, el universo mismo, sus planes. Y allí chocas con la realidad, o mejor dicho, ella te atropella. Te miran, pero ya no importa. Y es allí, donde todas las dudas se agolpan e intentan entrar así, de improvisto, en tus pensamientos. Sufres por dos vidas; la que vives y la que dejó de vivir, dejando un vacío que antes complementaba. Un gusto a café amargo, por la impaciencia. Y no, jamás será el miedo a morir, sino a ver part
Sentada al límite de sus fantasías, se encontraba mirando a las camelias florecer, en aquel patio que ya conocía de memoria. Allí, la línea entre la realidad y la falta de racionalidad, era invisible. El viento pasaba y el sol seguía siendo un astro distante, para ella, quien observaba. Estar en pie, sobre el barro, no le era extraño ni mucho menos desagradable. Para el resto, no era normal; no se podía estar todo el día observando un cambio mínimo en cada flor, una gota de rocío resbalando por el pistilo, o un simple rayo de sol incidiendo sobre sus pétalos. No, no era normal. Estuvo allí, hasta que perdió el sentido del tiempo y el reloj ya no era más que un simple adorno en su muñeca. Respiraba y sentía como el aire entraba, limpiamente, en sus pulmones ya gastados por el tiempo. Repetía esta rutina como una oración, al despertar, al crepúsculo y luego de encontrar al silencio reinando en el amplio patio. Miró tantas generaciones pasar, mientras seguía esperándole. ¿Y después d