Me escondía en lugares comunes: bajo las rocas, detrás de un armario o en el fondo del mar. Nada imaginativa.
Al salir, de vez en cuando, me alejo del papel. Ya no me gusta, ya no lo siento. En retrospectiva, me hice más daño que bien, aún y cuando de volar, lo hacía sobre las líneas y la tinta en el despliegue. Así, olvido desde los conectores, hasta la precaria formulación de metáforas que solía utilizar.
Estaré mejor, me digo...Pero, realmente, nunca me he creído.
Aquí no hay vuelos, ni estelas, ni pies sin firmamento. Todo lo contrario, un sin sabor.

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