Cuando Laura se despertó de su inquieto sueño se encontró en la cama, convertida en un gato. Asustada y desequilibrada se inspeccionó rápidamente por primera vez, y lo primero que notó fueron sus bigotes, largos, blancos, casi trasparentes. Su cola también larga y se mecía con un vaivén ansioso. ¿Qué había pasado?

 Siente una sensación de vértigo que pega contra su estómago. Miedo. Esa insistente punzada por su pecho no le hacia analizar bien. Desesperación.

Bajó de la cama con un ágil movimiento hasta el piso, estaba frío, congelaba. Es allí cuando se empieza a dar cuenta de  los detalles de su nueva forma. Tenía el pelo corto, pegado a su piel, era de color gris, sus orejas se movían al captar  hasta  el mínimo  movimiento de su entorno; eran por lo visto bastante sensibles.

Más calmada, al darse cuenta de que por lo menos no era un gato raro y deforme decidió salir de su cuarto a paso ágil, ligero, y en forma sigilosa hacia la cocina. Sentía ruidos. Su capacidad auditiva, tal vez, era mas desarrollada de cómo la tenía antes o quizá era que su miedo aumentaba con el hecho de recordar que nadie más vivía con ella. Su cocina lucía como siempre, aunque mucho más grande y amplia de cómo la recordaba. La luz que se filtraba por la ventana, cerca del fregadero era tenue, débil.
Con otro salto de esos que definen la gracia propia de un felino, se encarama sobre el muro de la ventana. Las calles dejan un rastro húmedo característico de esos días. Los ruidos provienen de la calle, de la gente al pasar.

Reflexionando a fondo su situación, se da cuenta de que tal vez está atrapada en uno de esos sueños que no tienen casi ningún significado. “Claro, en un gato… Bueno, gata.” Es lo menos que se pudo haber imaginado. Siempre ha admirados a los felinos. El instinto se apodera del cuerpo y hace cosas sin pensar. “El instinto animal es sorprendente” pensaba.

 A pesar de que aparentaba ser un animal casero, sabia que ellos eran crueles cuando se trataba de instinto. Jugar con su caza hasta el infarto, que por no ser habitual, los hace de alguna forma aterradores y asesinos.

Su forma arisca de ser, siempre le había atraído de ellos. El “te toco, pero tu no a mi” le daba gracia. Tal vez ella era un poco de esa forma y le fue acertado en esta especie de sueño tratar de pensar en sus acciones habituales. Entonces pensó “¿Me bastará con  acostarme frente a la ventana a ver si otro sueño me vuelve a mi forma humana?”

Cuento breve, escrito por Laura Martí (@Lau_MartiB) , una gran amiga. 
Lo publico con su autorización, debido a que me encantó la narrativa, la explicación de la fascinación que sentía por los felinos, por su sueño, su pequeño mundo recién encontrado. 

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