Mezzo secolo e un ricordo.

Abre la puerta, camina unos cuantos pasos, ahogado, como quién no quiere llegar y afrontar lo que está allí, esperando por él. Y no hay nada. Nadie espera por él.

Coloca todo el peso de una vida en la mesa y se sienta. Medita. Uno, dos, tres minutos. Abre los ojos y sigue allí, como al principio, como siempre: solo. 

Una taza de café y el aroma inunda la habitación. Lo aspira y lo deleita, como se disfrutan los placeres efímeros de la vida.

Una gota resbala por la taza y, como un pequeño torrente de tristeza se resbala, cual sus lágrimas, por su mentón. Tantas preguntas y solo una taza de café, incapaz de responder a dicha interpelación. La curiosidad lo inunda y hace que sucumba ante la adicción dañina de recordar momentos felices, cuando la nostalgia le corta, cual cuchillo, parte de su alma. 

Vivió como quien vive una aventura de verano, tras momentos de éxtasis absoluto, saboreando minuto tras minuto la vida que deseó, como si cada placer pudiera ser capaz de llenar el vacío en el que se ha convertido hoy, después del tiempo de rigor.

Se ató a una filosofía personalista, subsistente, autónoma y cayó, pensando que "no sentir" era una bandera adecuada para caminar por los senderos que se le presentaban. Y si, le funcionó, a corto plazo.

Se casó sin sentir que cada fibra de su cuerpo la deseaba, sin sentir el calor de sus abrazos como algo más que un cuerpo y su atracción, por ley gravitatoria. Se casó, atándose a alguien que podía proporcionarle las sensaciones básicas que necesitaba. Un robot. Se casó, sin saber que allí, tras sus muros, existían miles de posibilidades, teorías, hipótesis, momentos, personas, lugares; el tiempo mismo, incapaz de detenerle los impulsos. ¡Se casó, creyendo que sería incapaz de ignorarlo en un futuro! 

No hirió, ni fue herido. No supo amar, ni fue amado. No sintió, como el que siente cada segundo, calándole hasta los huesos, sabiendo que existe, que vive. 

Bendita sea la insuficiencia del que ama sin heridas, argumentando tras mentiras que si son capaces de vivir. 

Y allí durmió, hallándose conocedor de todas las pérdidas que conscientemente propició, lamentándose de haber desperdiciado tanto, en fingir ser capaz de ocultar su naturaleza. 

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