treinta y uno de abril. 2016.


Tenía miedo de conservarte en una simple y única panorámica, un recuerdo repetido y tergiversado. Te veo más alto, te noto más amable. En tu espacio estático, cambiaste por completo.
Olvidé tu voz. No tienes idea del nudo que se forma en mi garganta con apenas admitirlo. La olvidé. Aquella voz que tantas veces me calmó, ya no existe en mi memoria. Trato de buscarla, reviso en todas partes. Últimamente he intentado sacarla de un viejo vhs que no he podido reproducir. Así son todos mis intentos: infructuosos, sin sentido.

Me dueles como nada me ha dolido en la vida. Tanto, que a veces me considero capaz de arrancarte si me ofrecieran la oportunidad. ¿Que si me convertiría en un monstruo? quizás, pero nada lejos de lo que soy hoy en día; un ente que mueve los pies por inercia, que despierta porque la alarma le obliga, porque la responsabilidad de aparentar que todo está bien es más importante que admitir que no lo está.

No me hagas caso, no tienes la culpa. Estoy buscando un chivo expiatorio que me libere -aunque sea un poco- de mis demonios. El problema es que ha dejado de funcionar. La cobardía como escudo es una mierda. Todo, últimamente, es más o menos la misma mierda ¿Comprendes?

Partiste pronto, en parte lo agradezco. No sería capaz de verte sufrir en este rincón del mundo sin medicamentos, sin comida.
El otro día leí un tweet de una muchacha buscando dexametasona...Me acordé de ti y no saliste de mi mente en todo el día. Pude haber sido yo quien lo escribía. Pudiste seguir siendo tú quien lo necesitara.

Por cierto, es mentira que te borraría. No puedo. Eres la mitad positiva de mi vida, la Betania que colabora, la Betania que lee, la Betania que estudia. Eres tú, al menos un tú que me enseñó a serlo, que me ofreció motivos cuando los míos estaban en cero.

Pero ya no recuerdo tu voz.

Te habría grabado. Habría grabado todas y cada una de tus palabras. Las habría consumido a diario, durante meses o años. Te habría llevado a todas partes, coño. ¿Cómo no se me ocurrió?

Hoy es uno de esos días en que siento que si no me cantas, muero. No se trata de una muerte definitiva, es más como un dolor punzante que va acrecentándose a medida que pasan los días y sigo sin saber de ti...Pero es casi lo mismo que la primera, lo juro. Hace seis años que puedo sentirlo. Es como si me acechara y yo, en vez de salir corriendo, me tomo un café con ella.

Ojalá logre reproducir la bendita cinta de vhs y me encuentre con tu voz. Así tendría una excusa para seguir imaginándote.

Comentarios

Entradas populares de este blog