Me cuesta tanto acoplarme a la cama, a sus matices de almohada caliente y sábanas frías. Siempre doy vueltas a un compás que ya me aburre y termina por cansarme hasta el punto en que la cama es horizonte y yo no soy más que otro atardecer; hasta que conocí lo que era dormir en tus brazos, con el calor de tu cuerpo sobre mi, sin almohadas que voltear hasta conseguir la temperatura correcta. Un cielo sobre el cual posarse, acariciando tu cabello que reposa sobre mi pecho mientras espero el momento indicado para poder besarte sin perturbar tu sueño.
La teoría dice que debo permitirme sentir mis emociones. Dejarlas transitar, que me desordenen la vida que tanto me ha costado poner en orden y esperar hasta que la siguiente ola rompa en la orilla. Y siento miedo, pero ¿Cómo no sentirlo? si cada día se siente como nacer y morir de nuevo, al mismo tiempo, en un único y mísero instante. Así que hay días en que siento y siento mucho. Se me agolpan los sentimientos en la esquina de los ojos y como quien se los estruja buscando una pestaña, me sacudo las lágrimas que quieren ser torrente pero terminan siendo nada. No siento. Simple. Problema resuelto. Limpiaré la cocina las veces que sean necesarias, repetiré en mi noruego rudimentario Også dette går over , como si aprender otro idioma fuese solo una excusa para repetirme el todo pasa. Pretenderé que el tiempo es corto y los quehaceres demasiado largos, como una excusa para no pensar. Otros días, sin embargo, soy solo una nube que llora y se deshace en un ciclo que nunca acaba. Me tra
Comentarios
Publicar un comentario