Reflexiones


He comprendido que la felicidad no puedo guardarla pa’ más tarde, solo vivirla. Intento escribirla, describirla, poner en grafemas lo que me cala hasta los huesos pero no funciona: cuando lo intento, ya se hizo recuerdo; en su mejor momento, nostalgia.

Lo estoy viviendo todo y lo agradezco: las prisas por crecer que ahora se convierten en pausas necesarias, las ganas de mantenerme despierta para no dejar de percibir mi entorno ni un segundo, segundas oportunidades a la orden del día, la adrenalina de saber que este mes es definitivo y lo que queda será parte de mis memorias. Lo vivo y me lo como a cucharadas grandes sin temor a que se acabe el plato, con la plena conciencia de que vendrán más (no necesariamente mejores).
Ha dolido, pero ha sido mi año. La Betania de 15 años estaría orgullosa de la Betania de 22, o al menos eso quiero creer. Terminé la carrera que tanto quería terminar (incluso di el discurso de graduación), aún y cuando no tenía la certeza de poder hacerlo. Participé en una competencia que me dejó un sabor de boca increíble, a pesar de los fallos, y aprendí a conocerme más y mejor. Me abracé innumerables veces, a pesar del miedo. Me acurruqué muchísimas noches y me dormí llorando, solo para despertarme una vez más y comprender que de nada funcionaba entregarme a un charco de emociones. Crecí o me hice más pequeña, aún no lo defino. Pequeña porque le di más importancia a lo efímero, como una niña que deshace el algodón de azúcar entre sus labios. Grande, porque comprendí que si no sigo caminando no hay forma de alcanzar ese algodón.

Ya no quiero ver la vida como un Carrusel. Es muchísimo más que eso y siempre lo supe, aunque no quisiera aceptarlo. Me siento plena al saber que no soy ni seré jamás ese árbol al que tanto temía y que, por definición, lo mío es la cinética, el movimiento. Jamás lo estático, eso lo prometo.
Me voy con la certeza de amar y saberme amada, de entregar cada segundo a un Universo que no responde porque todo es pasajero y eso está bien, porque estaría mal pensar que él existe nada más para escucharnos. Apenas somos una pequeña parte de su infinitud y que rico se siente saberlo. Me entrego a todo y que ese todo pase, hasta que venga un nuevo movimiento, una nueva ola, otro sistema. La vida es demasiado corta para terminar este escrito con esa frase tan cliché…Así que la pensaré larga, gigante en su limitación, increíble para disfrutarla. Me despido en paz, con el corazón hecho un meollo, pero con la completa disposición pa’ desenredarlo.

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