No sé exactamente cuantos días han pasado, pero creo que setenta y siete. Y hoy, cuando empecé a contar, me arrolló una tristeza sin nombre. Suelo pensar que se debe al trabajo sin descanso, a la separación migratoria, a la pandemia, a ese nudo en el pecho que tiene tantas explicaciones que a veces simplemente se resbalan y me caen en las manos como lágrimas. Y me siento triste, porque las cosas están yendo bien y yo a veces solo quiero acurrucarme, dejar que el tiempo pase, abrazarme a la calma que ofrece el no pensar en nada, como si en realidad se pudiera. 

Hoy me permití llorar un rato, drenar en pausas, pero solo eso: cinco minutos. Luego decidí que si iba a dejarme ganar por la ansiedad, al menos me comería un helado.

Comentarios

Entradas populares de este blog