"Acostumbraba suicidarse a diario con balas de salva"
                                                                                                                      -Rigoberto Rodríguez





Lucía llegó al mundo al borde de sus 18 años.

Se escondió en los estropajos que usaron para limpiar toda la sangre y fluidos dejados sobre su piel, la cama y las baldosas del piso, en ese acto de dar luz a lo que no quiere ser alumbrado. Durante días, nadie notó su ausencia. Se hizo experta en dormitar sobre la ropa sucia, los paños de cocina y las plantas que adornaban el jardín que nunca quiso.

Dentro de un cálido vientre, 18 años pasaron volando. No sintió miedo ni frío, no tuvo problemas. Fue pequeña y gigante a conveniencia, capaz de pedir sin preguntar, de hablar sin formular palabras y de comunicarse como los bárbaros, a gritos y empujones.

Ayer supo de la desgracia y se vio obligada a salir del charco en el que se mantuvo su noinfancia, todas las tardes que no vivió. Se vistió con su mejor certeza y salió a un mundo que nunca quiso conocer, donde el maldito desenfado por la vida la abofeteo ciento un veces, hasta que la noche se acostó a su lado y terminó por sucumbir al cansancio...

                                                                                                         ...Y al otro día, volvió a nacer.

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