Mi vida ha estado llena de quizás. Una incertidumbre constante que me ha llevado a querer entender todo desde la perspectiva de un "si" o un "no", porque los "tal vez" incrementaban mi ansiedad. 

Me ha costado entender que todo está lleno de matices y que esperar percibir la realidad solo desde los extremos, era aún más doloroso. Y hoy, aunque finalmente lo entendí, me cuesta muchísimo aplicarlo.

...

La ansiedad ha sido siempre mi fiel compañera. No recuerdo un solo momento de mi vida en que ella no estuviese allí, tomando mi mano. Fui esa niña, incluso en el colegio, que jamás olvidó que debía llevar una cartulina al día siguiente. Tenía tanto miedo de olvidarlo, que básicamente se convertía en el único pensamiento que llenaba mi cabeza. Suena tonto, lo sé. 

Ojalá hubiese sido solo la cartulina, pero no. Papá me repetía constantemente que yo era la mayor y por tanto tenía que ser responsable. Ser responsableSer responsableSer responsable. Y lo fui. Lo intenté. Puse todo mi empeño infantil en ser esa persona que podía resolver, actuar, cuidar. Ser responsable. 

Luego papá enfermó y el empeño infantil pasó a ser un instinto de supervivencia. Ir a clases, salir apenas sonara el timbre, guardar mis cuadernos y no quedarme hablando afuera del colegio, porque tenía que correr par de cuadras para poder recoger a mi hermana en el suyo. Llegar a casa, hacer mis tareas, sentar a mi hermana a que hiciera las suyas, sentir el constante tú no eres mi mamá que salía con rebeldía de su boca. Entender que, en efecto, yo no era su mamá, pero debía ser responsable. Crecer de golpe, a los coñazos. Aprender a no pedir, necesitar o sentir, porque no había dinero, tiempo o alguien que pudiera sostenerme al final del día. 

...

A veces se siente como un sueño. Todo pasó tan rápido y hoy ya tengo 27 años. Solo ahora, después de tres años de terapia y un esfuerzo consciente por entender, puedo ver que lo que tantas veces vi como un superpoder ha sido en realidad mi mayor debilidad.

Tanto miedo de sentir, porque a la primera en que me permitía abrirme a alguien, me convertía en un mar de lágrimas. Tanto miedo de necesitar, de aceptar ayuda. He sido ta terca, tan afincada, tan celosa de lo mío, siempre sacando las garras si alguien se atrevía siquiera a acercarse a mi hermana. Dura. Trabajando todo lo que tuviese que trabajar, sin quejarme, porque debía ser responsable. Se lo debía a papá y me lo debía a mi misma. No di mi brazo a torcer hasta que finalmente pude cambiar mi realidad y escribir esta tontería desde la latitud más norte en la que he estado. Han sido los sueños, si; pero también el miedo a fallar, la necesidad de ser suficiente, el orgullo que ha sido mi coraza.

Ha sido un proceso largo y a veces me pregunto si en algún momento seré capaz de terminarlo. No quiero volver a abrir mi corazón, ni sentir más allá de lo necesario; pero sé que la vida no funciona así y que han sido precisamente los momentos en los que he abierto mis puertas, cuando lo bonito y lo terrible ha encontrado un espacio en mi. Es una lotería. Una ruleta rusa de emociones. Pero no hay nada que hacer. Me toca seguir intentando. 

Comentarios

  1. Me sentí super identificado. Mucho éxito en este camino. Creo que es el correcto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog