-casi- día 8.

Así, incapaz y todo, desequilibrada al 10% -si, le estoy quitando un cero-; me gusta imaginar que caminar de tu mano es verdaderamente posible, que puedo parar de soñar.
Y siento miedo, claro. Un pánico que me hiela los huesos y me deja varada en un absurdo -y constante- pensamiento de inferioridad.
No te das cuenta, pero a veces detienes mi voz con solo mirarme y, tratando de retomar el hilo, logro el efecto contrario: lo termino de perder.

Me quedaré con la idea y el recuerdo instantáneo de tu voz diciéndome "luna", para sobrevivir a una noche más de integrales complejas.

Cambio.


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