Siempre sobreviviendo a la última explosión, la definitiva, el "hasta aquí llegué" que se repite a diario, porque siempre hay un nuevo límite, en expansión horizontal. Siempre.

Procrastinando, perdiendo el tiempo en invertirlo, persiguiendo pasiones insostenibles, no mercantilistas. Sin un bolívar en el bolsillo, corriendo tras la meta más alta. Siempre; pero ellas van en ascensor y yo me aferro con las uñas a unas escaleras que se desplazan.

Me prohibí besar con los ojos abiertos, aunque doliera mantenerlos cerrados cuando la contraparte juega con sus labios mientras mira el mundo que hay afuera. Siempre en silencio, aunque se esté gritando desde la misma ladera.

Aferrada a todo lo que siempre quise cambiar, porque por temor a incomodar me convertí en un tercero bajo mi propia vista. Primera persona, subrayado y en negrita. Primera persona, siempre mía. Recolectora de errores, enamorada de conceptos ambiguos, fan empedernida de las películas que terminan por hacerme llorar pero mueven todas mis fibras, fragmento piroclástico de alguna explosión antigua, cristalizada a los coñazos pero viva, Siempre viva, aunque cueste años de práctica. Aunque reciba el título de especialista en esto de vivir el día en que pierda, irónicamente, la vida.

Coleccionista absurda de cualquier edición de la metamorfosis de Kafka, la que se duerme en todas partes o la que no duerme nada ¿Punto medio? imposible, aún no he pasado esa práctica.
Metiendo la pata a diario, hundiendo hasta el cuello en el charco, pero viva. Siempre viva.

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