Busco y sostengo bloques,
trozos de acero,
hierro cualquiera con carbono variable,
aleaciones al 0.08%
vigas cargadas de espamos,
historias increíbles sobre faros en medio de la nada
sobre canciones que quise cantarte y me tragué en el proceso
masticándolas,
ahogándome con sus versos baratos
digiriéndolas después del tercer replay
de las tantas noches en que no te tuve
pero eso ya lo sabes,
claro,
porque no estuviste.

Bendita idiotez,
razón suficiente para esperar tu regreso
ese que nunca vendrá, porque jamás te marchaste.
Las personas como tú nunca se marchan,
nunca llegan,
nunca esperan quedarse.
Estrella fugaz de otra galaxia inalcanzable,
fenómeno luminoso
converge hacia el infinito.

Entonces me construyo.
Bloque tras bloque
mentira, te miento.
Por lo general termino bajo el material,
como si mi nivel de despiste pudiera continuar trascendiendo
actuando en mi contra,
sepultándome bajo cientos de temores
me diseño una coraza
un muro precioso que me separa del pánico
la angustia
la ansiedad que se alimenta de mis horas de sueño.
Edifico mi propia distancia,
marco la línea divisoria entre dos polos:
el yo que se da por sentado
el yo que odias en silencio
y decido quedarme en el segundo,
el que me permite moverme a mi antojo
esconderme a mi antojo
forjarme como el acero,
jamás a un 2,14%
y que pase lo que tenga que pasar,
quizás algún día recaiga en la primera.

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