Esta vez, apunto lejos del papel; de esos borradores llenos de tachones que usualmente dejo con bolígrafo, regados por allí. Te escribo desde aquí, porque no me da tiempo pensar y acomodar con sutilezas los errores cometidos en tiempo pasado.

Probablemente, ni el olor a lluvia y tierra mojada te refresque la consciencia, muchos menos los vacíos.

Olvídalo, ni siquiera te gusta ese aroma. -me imagino-

No puedo aprender a delinearme los ojos. Intentarlo es terminar con rayones negruzcos en toda la cara, como una niña con creyones de cera y un lienzo virgen, a punto de ser pigmentado. No tengo el porte de delfina, manos de dedos finos y complacientes, perfil romano o la capacidad para aparentar ser una.

No soy tu Maria Antonieta.
Por el contrario, soy todo lo qué, imagino, nunca pensaste que tendrías por "compañera". Una que "tergiversa" todo lo que quisiste decir y lo modifica a su antojo para terminar escondiéndose en tus brazos, porque le aterroriza la idea de perderlos.
Y no, jamás quise que sintieras que yo tendría la capacidad de hacerte sentir como una mierda, un bulto más.
La equivocación de los fines, fue la pérdida. Mi pérdida. Aqui sigo yo, esperando otro café sin necesidad de lastimarnos, solo compañeros de lectura...
                                                                 Una vez más.

Ya no más; porque te cansas, te pierdes y yo sigo extrañándote.

                                                                                                                                                           A.

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