Así deben sentirse los pequeños peces dorados, chocando a diario con los cristales vacíos de su triste pecera. Quizá peco de soberbia, supuesta conocedora absoluta de la realidad de sus aletas. Pero sé, simplemente sé, que si aquél vacío atrapado en un vaso no es la máxima demostración de dolor y locura, entonces jamás fui aquél pez ni bebí de tus escamas.
La teoría dice que debo permitirme sentir mis emociones. Dejarlas transitar, que me desordenen la vida que tanto me ha costado poner en orden y esperar hasta que la siguiente ola rompa en la orilla. Y siento miedo, pero ¿Cómo no sentirlo? si cada día se siente como nacer y morir de nuevo, al mismo tiempo, en un único y mísero instante. Así que hay días en que siento y siento mucho. Se me agolpan los sentimientos en la esquina de los ojos y como quien se los estruja buscando una pestaña, me sacudo las lágrimas que quieren ser torrente pero terminan siendo nada. No siento. Simple. Problema resuelto. Limpiaré la cocina las veces que sean necesarias, repetiré en mi noruego rudimentario Også dette går over , como si aprender otro idioma fuese solo una excusa para repetirme el todo pasa. Pretenderé que el tiempo es corto y los quehaceres demasiado largos, como una excusa para no pensar. Otros días, sin embargo, soy solo una nube que llora y se deshace en un ciclo que nunca acaba. Me tra
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