Acuerdo.

Sonreíste, porque me viste suspirar por lo bajo, mientras disimulaba el hecho de estar mirándote de reojo, como de pequeños.

Me has visto escribir, desde siempre, cuando era menos complicado conjugar verbos afectivos y nombrar aquellas cosquillas que me hiciste sentir, en aquél momento. Estoy dispuesta a conquistarte de a poquito, por lo bajo, con caricias momentáneas qué, quizás, ni siquiera sientas, porque jamás me atrevería a que esto se escapara de simples letras. No, nunca.

Te beso, cada vez que te escribo. Y, como si de la inexistencia del resto del mundo se tratara, te lo digo aquí, sin pena.

Fabricaré, de ser necesario, una noche bajo las estrellas, solo para ti. Una cama de sonrisas, donde convertir tu piel en una almohada, tus besos en una sábana y nuestras ganas, para vivir. Después de tanto, al despertar, se que seguirás soñando con un mundo nuevo de sonrisas, donde caminemos bajo el mismo cielo,   compartiendo metas, de vez en cuando. Quiero pedirte disculpas, desde ahora, por ser esa brisa de libertad que no se encierra, bajo ningún motivo, en ningún momento. Tendrás que lidiar con mis impulsos, mis escapes, mis perdidas por un día o dos. No te preocupes, siempre estaré pensando en ti, aunque tenga una naturaleza tan volátil. Lo prometo. También se que deberé aprender a soportar ciertas conductas, aquellas miradas, manejar las palabras para evitar una discusión, pero ¡Es que a veces son necesarias! por el simple hecho de verte molestar y poder calmarte con una dosis de amor, mucho más grande que tu rabia.
Te escribo y aún no te encuentro, lo sé. Pero, ¿Qué importa? Se que estarás allí, tarde o temprano. Si aceptas venir, te dejo parte de mi en cada beso, anexando una sonrisa cada vez que la requieras. Ya sabes, de común acuerdo. Firma si te complace. De ser lo contrario, avísame y acordamos nuevas condiciones; ya sabes, para querernos.

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