De a dosis, no me gustaba la vida.

Entre el centeno, o los arbustos, estabas tú. Me hacías señas con ademanes violentos, apresurados.Te seguí, porque siempre esperé que notaras mi presencia, pequeña, desaliñada, indiferente. Me notaste, me querías, estabas esperando.
De improvisto, siento como el mar choca contra las rocas, remueve el arrecife y asusta a pequeños peces. La luna, desde su escondite, altera la marea. Mi marea. Allá, en aquél risco, el mundo da mil vueltas, colisiona contra otro universo y se escapa de esta galaxia. Siento el frío, el calor, cientos de teorías; hasta la temperatura se hace más que una magnitud. Todas las canciones que conocía, se mezlcaron, haciendo un eco indescriptible tras de ti. Me tenías allí, en tus brazos, y todas esas sensaciones escapaban de tu cuerpo. No había mar, ni riscos, ni universos. Había un y eso era más que suficiente.

La vida, aquella que me ofertaron a plazos el día en que nací, esa que aún no terminaba de pagar, esa hipotecada, se escapaba como arena entre tus labios. Si, tus besos.

Hasta entonces, no sabía lo que era olvidar las cuentas, los segundos tras un sueño, el temor a la muerte, la infamia y el desespero, sonrisas que ya no están, recuerdos que murieron, personas ajenas, memorias inconclusas, pensamientos etéreos, rincones de mala muerte, golpes certeros, entusiasmo fingido, "besos" robados, libros leídos, remedios la bella, el viejo y el mar, kafka y su insecto, progresos, castillos, padres, cuentas bancarias, unos y ceros, analógicos, digitales, huellas, firmas, permisos, ven aquí, quédate allá, no vuelvas, quita tu sangre del medio, corre hacia allá, trae el trabajo, expón tus ideas, culmina el examen, no comas adentro, piensa antes de hablar, habla sin pensar, si, no, mentiras, encuentros.

De a dosis, no me gustaba la vida, pero con una carga tan fehaciente de la existencia de Dios detrás de cada beso, no hay excepción que valga. Me quedé contigo, noche tras noche, como el guardian entre el centeno.

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